«Somos vulnerables al amor fácil que, en principio, no nos pide nada y, al final, nos quita todo»
Entrevista: MB. FOTOGRAFÍA: Arduino Vanucchi.
¿Cómo nació la idea de esta novela?
De que no somos lo que parecemos y que, muchas veces, lo peor se esconde tras caras bondadosas para manipularnos a conciencia. Una de la cosas que más miedo me da en la vida es encontrarme como el Ezequiel de la novela: desesperada, desganada, considerarme un ser tan defectuoso («un tío mierda», como se describe a sí mismo); que alguien pueda hacer conmigo lo que quiera, que anule mi voluntad porque yo lo considere mucho mejor que yo, más sabio, superior en todo. Se trata de una situación que podemos vivir en el trabajo, la familia y la pareja, pero que alcanza su cumbre en una secta, que puede tener muchos disfraces. Estos días ha saltado la noticia de que el Vaticano obliga a procesar a diecisiete curas en Cataluña por prácticas de secta y doctrina sexual dudosa. Cuando visité Kenia hace cinco años me di cuenta de que allí (un lugar tan necesitado de la caridad ajena) el «bien» puede encubrir cualquier tipo de corrupción.
La psicología de los personajes está trazada de manera muy sutil. ¿Es todo fruto de la ficción o se ha inspirado en personas reales?
Ezequiel está inspirado en muchos chicos de mi entorno que no saben qué hacer con sus vidas porque vivimos en un mundo que ofrece muchos estímulos tecnológicos y pocas posibilidades reales. Si a esto se añade un gran desamor, la fragilidad está servida. Los personajes Maína, Said y Madam Selina vienen directamente de Kenia, incluso con sus nombres reales. Por supuesto el Maína real no era un líder perverso, pero tenía suficiente carisma como para llegar a serlo. Isabel soy un poco yo en el sentido de haberle trasladado todos los sentimientos de culpa que arrastro por la vida. Ella se siente culpable del suicidio de su hermano (víctima de otra secta). Cree que pudo hacer algo más por él, darse cuenta de lo que le ocurría. Y para redimir su culpa acepta el encargo de ir a rescatar a Ezequiel de las garras de Maína.
¿Cómo se documentó para poder sumergir al lector en el mundo de las sectas? ¿Le costó meterse en la piel (narrativa) de un miembro de una de ellas?
No me costó ningún trabajo porque bastantes veces me he encontrado emocionalmente en las garras de otras personas y comprendo perfectamente lo que se siente y lo difícil que es salir de la manipulación de alguien a quien quieres. También me ha servido el caso próximo del hijo de unos amigos, su drama silencioso por recuperar a un hijo a quien ellos ya no le importaba. Y, por supuesto, he escuchado testimonios de gente que ha salido de ellas. La impresión que siempre he tenido es de lo vulnerables que somos al amor fácil que, en principio, no nos pide nada y al final, nos quita todo.
La voz de Isabel oscila, en algunos momento, hacia un temprana fascinación por la Orden. ¿Somos todos susceptibles de caer ante las garras de una secta? ¿Cuáles cree que son los resortes que nos pueden llevar a ello?
Todos somos susceptibles, todos queremos ser miembros de un grupo atractivo, sentirnos protegidos. En la intemperie hace frío y la soledad es dura, la libertad es difícil. A veces el alma quiere ser encerrada un rato. Deseamos estar en una Cárcel de amor, como decía el clásico Diego de San Pedro, no ser responsables de nuestra existencia segundo a segundo. Y en algunos instantes esta tentación llega a Isabel.
La misma tecnología, ¿no nos convierte, en cierta medida, en miembros de distintas sectas? Me refiero a encapsularnos, en que nos informamos con los medios que nos son afines y quizás perdemos el espíritu crítico y el aceptar la divergencia del otro.
Estoy absolutamente de acuerdo. Oímos lo que queremos oír y por eso cualquiera que quiera audiencia (desde los medios a los partidos políticos, religiosos, etc), van a decirnos lo que queremos escuchar. No hay nada más que ver y oír las tertulias, en que siempre hay dos bandos enfrentados y ninguno se aparta un ápice de lo que aplaude su audiencia, nadie cambia de opinión, nadie rectifica.
¿Hasta qué punto la culpa mueve a la protagonista a emprender ese viaje? ¿Hay algo expiatorio en el intento de salvar a Ezequiel?
Ya he hablado más arriba de ese sentimiento que tiene bloqueada a Isabel. Y precisamente será en el transcurso de la aventura que emprende cuando se da cuenta de que es imposible salvar a otro (como dice la cita de Cesare Pavese al principio de la novela), y comienza a perder lastre y a abrirse a nuevas posibilidades, como el amor. Comprende que puede salvarse a sí misma.
Mi percepción es que habla de un continente africano que conoce.
Como ya he comentado, estuve allí por primera vez hace cinco años y me sedujo, me envolvió y, al mismo tiempo, me sentí una infiltrada en un mundo que no era el mío. Y por eso Isabel es una infiltrada.
¿Qué lee en su tiempo libre?
Leo de todo, pero desde luego siempre en la cama, antes de dormir, novela.
Dígame algún libro (o libros) que le habría gustado escribir.
El gran Gatsby, El extranjero y Muerte en Venecia.
¿Tiene algún nuevo título en mente?
Sí, pero como no será el definitivo, mejor callarme.
EL AMANTE SILENCIOSO
Clara Sánchez
Planeta, 384 pp., 20,50 €