Hay un cuento de Nathaniel Hawthorne, «El joven Goodman Brown», donde se cuenta cómo un hombre hace una visita nocturna al bosque y asiste a una asamblea de brujas. Brujas para la imaginación, destacadas en tantos cuentos del folclore de muchos países, y brujas reales en la historia, las que su antepasado John Hathorne –Nathaniel añadiría la w para distanciarse de su árbol genealógico– llevó a la hoguera en calidad de juez en el siglo XVII. Hawthorne siempre se sintió culpable de los actos pretéritos de su familia, y hoy, el viajero puede visitar la llamada «Ciudad de las Brujas», Salem, y conocer los orígenes familiares del autor de La letra escarlata, así como el clima de brujería que se ha convertido en su principal reclamo (inspiró el drama de Arthur Miller Las brujas de Salem). Así, en 1692, la histeria colectiva se apoderó de esta hoy encantadora ciudad costera que al final vería a ciento cincuenta personas envueltas en un proceso judicial que llevaría a diecinueve condenas.
Tras varios siglos de aquellos avatares, y la popularización de la bruja como personaje audiovisual y artístico visto de mil modos, Raquel Brune (Madrid, 1994) –o como suele ser conocida, Raquel Bookish, pues así se muestra como booktuber en YouTube e Instagram– da una vuelta de tuerca a ello publicando Brujas y nigromantes: Hermandad. Se trata de la primera entrega de lo que se promete como una serie de fantasía urbana juvenil; asimismo, una forma de acercarse a una terminología muy concreta en torno a lo mágico, en un contexto en que las brujas hacen tutoriales en internet para que el resto de personas pueden aplicar la magia a sus vidas cotidianas: talismanes, cartas del tarot, escobas voladoras…
Inevitablemente, esta novela hay que vincularla con la manera en que las brujas han evolucionado, desde el antiguo mundo grecolatino hasta las que han aparecido, durante las últimas décadas, en series televisivas de éxito como Sabrina o Embrujadas, en películas infantiles de Disney y, cómo no, en novelas como las de Harry Potter. Para la autora, ser bruja podría considerarse como una metáfora de ser mujer, en el sentido de afrontar los retos sin complejos, teniendo una autoconfianza que se manifieste en pos del igualitarismo, haciendo un paralelismo con la lucha que tuvieron que emprender las viejas brujas para enfrentarse a los prejuicios y ataques de la gente de a pie tanto como de las elites poderosas.
Brujas y nigromantes: Hermandad, RAQUEL BRUNE, Hidra, 544 pp., 14,95 €