«Lo insólito, aquello que se sale de lo común, que resulta incluso inexplicable, va más allá de la aparente realidad de las cosas y nos ofrece algo nuevo, asombroso, desconcertante»
Este libro es pionero en su género, al reunir a casi una treintena de autoras españolas e hispanoamericanas vivas con el común denominador del género fantástico.
Probablemente, a la mayoría de lectores, en primera instancia, no se les venga a la cabeza ninguna autora cuando se saca a colación el género fantástico. Es este un mundo poblado de hombres, de gran tradición en el mundo anglosajón e hispanoamericano, por ejemplo, y podría pensarse que, por el motivo que fuere, ha sido practicado más por varones, o incluso exclusivamente por ellos. El libro Insólitas.
Narradoras de lo fantástico en Latinoamérica y España (Páginas de Espuma) viene a desmentir con rotundidad tal prejuicio, recogiendo la muestra literaria de veintiocho escritoras, que abarcan al menos dos tercios de los países hispanohablantes, de diferentes generaciones y temáticas. Una edición que viene a cargo de dos especialistas en la materia: por un lado, Teresa López-Pellisa, profesora universitaria, miembro del Grupo de Estudios sobre lo Fantástico (GEF) y jefa de redacción de Brumal. Revista de Investigación sobre lo Fantástico, con monografías en su haber en torno a la ciencia ficción en la cultura española y responsable de Poshumanas. Antología de escritoras españolas de ciencia ficción y Distópicas. Antología de escritoras españolas de ciencia ficción. Y por el otro, Ricard Ruiz Garzón, profesor en la Escuela de Escritura del Ateneu Barcelonès, donde está especializado en género fantástico.
Ambos firman un prólogo en que expresan el deseo de que, precisamente, no sea ya más necesario tener que redactar introducciones como esta para recordar que las mujeres que escriben narraciones de carácter fantástico están olvidadas, silenciadas e invisibilizadas; que ya no tenga sentido elaborar una antología para dar cabida a ciertos textos creados por mujeres que se considera han sido poco valorados. De ahí que se haya elegido, muy atinadamente, una cita como epígrafe del prólogo de Pamela Sargent, autora estadounidense especializada en literatura feminista que ha editado varias antologías de relatos en los que destaca el papel de la mujer en la ciencia ficción: «Solo la ciencia ficción y la literatura fantástica pueden mostrarnos mujeres en ambientes totalmente nuevos o extraños. Pueden aventurar lo que podemos llegar a ser cuando las restricciones presentes que pesan sobre nuestras vidas se desvanezcan, o mostrarnos nuevos problemas y nuevas limitaciones que puedan surgir».
Debate de palabras
Ese es justo el enfoque que se pretende, el de lo insólito, es decir, aquello que se sale de lo común, que resulta incluso inexplicable, lo que, claro está, va más allá de la aparente realidad de las cosas y nos ofrece algo nuevo, asombroso, desconcertante. De hecho, ya la elección de la palabra lleva a interpretaciones diversas. Según los editores, existe hasta un debate terminológico al respecto, pues pueden contemplarse conceptos como lo fantástico desde el terror sobrenatural, o lo maravilloso, en que estaría incluida la fantasía épica. «A partir de las propuestas de David Roas», dicen los antólogos, refiriéndose al libro Tras los límites de lo real. Una definición de lo fantástico (Páginas de Espuma, 2011), «lo fantástico se caracteriza por la inclusión de un elemento sobrenatural o imposible que transgrede las leyes que organizan el mundo real. Lo fantástico recrea nuestra realidad para destruirla y quebrarla a partir de la introducción de un fenómeno imposible que nos inquieta y angustia». Por otra parte, lo maravilloso incluiría «diferentes categorías con sus propias reglas internas, como el realismo mágico, la fantasía épica o el fantasy», donde no hay propiamente un choque con nuestro mundo actual porque se ha concebido otro nuevo e independiente. Por último, la ciencia ficción propondría «narrativas basadas en la especulación imaginativa, ya sea a partir del ámbito de la ciencia y la tecnología o de las ciencias sociales y humanas».
En cualquier caso, más allá de estas diferenciaciones tan interesantes de abordar a la hora de adentrarnos en el presente entorno donde impera lo insólito, lo obvio es que el lector se habrá de sentir desconcertado con lo que se le va a presentar. Y con respecto a las mujeres, no estamos ni mucho menos en un espectro temporal corto, sino todo lo contrario: ya a comienzos del siglo XV, con su obra La ciudad de las damas, Christine de Pisan, mostraba un mundo habitado solo por mujeres que reclamaban su derecho a la igualdad; en 1666, la científica británica Margaret Cavendish publicaba un texto utópico, El mundo resplandeciente, en que una mujer alcanzaba unas tierras más allá del Polo Norte, y allí se tropezaba con seres de naturaleza maravillosa que convivían con animales antropomórficos. Y culminaban Ruiz Garzón y López-Pellisa este repaso citando, cómo no, a la mujer que inauguró el género de la ciencia ficción: la Mary Shelley de Frankenstein o el moderno Prometeo (1818).
El boom de lo fantástico femenino
Así, no habrá sido fácil la selección que propone Insólitas, a tenor del número de posibles autoras que los antólogos citan, sobre todo teniendo en cuenta que, «al contrario de lo que ha sucedido en España, las narrativas de lo insólito en América Latina no han constituido una corriente definida al margen de la literatura general, por lo que siempre han formado parte del canon y del reconocimiento institucional, mostrando una gran creatividad y originalidad en todas sus modalidades». En España, hay un ilustre precedente, Emilia Pardo Bazán, pero no es hasta los años ochenta del siglo XX, coincidiendo con el llamado boom de la literatura hispanoamericana, cuando el género ya es practicado por un buen número de escritoras, y es en la década siguiente cuando se extiende de manera significativa. De todo ello surge un conjunto en que destacan veteranas como Luisa Valenzuela o Cristina Peri Rossi, otras féminas de generaciones posteriores con Elia Barceló, Susana Vallejo, Raquel Castro o Laura Gallego, por ejemplo, o autoras nacidas en los ochenta que ahora se están dando a conocer.
Sin ir más lejos, el libro se abre con Laura Rodríguez Leiva, nacida en Bogotá en 1988, cuyo cuento Sangre correr cuenta un suceso inquietante nacido del goteo sangrante de la nariz de la protagonista en el lavabo. Y sigue con Cecilia Eudave, mejicana de 1968, que en Sin reclamo traza una historia en torno a una parálisis en apariencia pasajera. O con Mariana Enríquez (Buenos Aires, 1973), que en La casa de Adela se adentra en el tópico de la casa encantada a partir de una serie de pistas, tanto falsas como reales. Y así hasta casi una treintena de autoras siempre de notable calidad literaria, algunas de extensa andadura como la uruguaya Cristina Peri Rossi o las argentinas Luisa Valenzuela y Ana María Shua, u otras que ya llevan una considerable destacada trayectoria artística, caso de la bonaerense Laura Ponce o la madrileña Cristina Jurado (ambas de 1972).
Como dijo la barcelonesa Cristina Fernández Cubas, en la presentación en Barcelona del libro, que enseguida disfrutó de una segunda edición –muestra del interés creciente que suscita esta temática–, no salía de su sorpresa cuando, al publicar su primer libro, Mi hermana Elba, se extrañaba de que tildaran uno de sus cuentos como de algo fantástico, cuando ella se pensaba una autora realista, pues «la realidad está llena de agujeros negros». Al cabo de un tiempo, añadía de forma simpática, se acabó rindiendo a la evidencia, cuando, pensando detenidamente en el contenido de su primera novela, El año de gracia, reparó en que en ella había unas ovejas salvajes que se habían hecho carnívoras y desarrollado una serie de rituales. Y remataba: «Por las noches, soñamos y todos somos escritores fantásticos».