LA LITERATURA YA LA HABITABA
Desde que el primer homo sapiens tuvo conciencia elevó sus ojos hacia la Luna adorándola, temiéndola y haciéndola responsable hasta de su propia existencia. Un satélite lejano, pero siempre visible, que hace cincuenta años fue pisado por primera vez por el hombre. Una gesta que hay que celebrar sin olvidar que desde hace siglos poetas, escritores y artistas ya la habían hecho suya.
Los mesopotámicos, egipcios y aztecas la convirtieron en diosa; hebreos, árabes y cristianos adaptaron su calendario a sus fluctuaciones y no existe mitología, desde la nórdica hasta la hindú y la africana, que no haya hecho protagonista a la Luna de sus leyendas.
Pero fue el 21 de julio de 1969 cuando por fin el Apolo XI alunizó en su superficie y Neil Armstrong proclamó una de las frases más celebres de la historia: «Un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la humanidad» (la de «Houston tenemos un problema» aplicada al Apolo XIII, también es mítica pero los terrícolas la hemos incorporado a las conversaciones humorísticas desposeyéndola de toda épica).
En España retransmisión en directo, conducida por Jesús Hermida, fue contemplada en blanco y negro, cuando ya era día 22 (las diferencias horarias es lo que tienen), por 20 millones de españoles. Cualquier persona que sobrepase los cincuenta años recuerda exactamente qué es lo que estaba haciendo en ese momento, aunque por lo intempestivo de la hora, sobre las tres de la madrugada, 20 millones parecen mucho.
Sin embargo, en esta gesta nunca ha importado la precisión estadística: los dubitativos pasos de Armstrong se han repetido hasta la saciedad y hasta los que ni tan siquiera habían nacido han incorporado esa imagen a sus recuerdos. Pero la Luna ya había sido transitada y glosada por multitud de poetas y escritores. Tal vez por eso es tan nuestra.
Amor, brujería y la fuerza del destino
Si un enamorado quiere demostrar lo que es capaz de hacer por su enamorada (no valen los operarios de Carglass) no dudará en ofrecerle la Luna. Y es que no hay nada más romántico que una velada en donde la luna brilla en todo su esplendor. Por eso los poetas han dedicado a ese cuerpo celeste sus ripios más encendidos. Desde Homero a Gloria Fuertes pasando por Bécquer, Unamuno, Gómez de la Serna, Borges, Machado, Salinas, Keats, Yeats, Silvia Plath y nuestro nunca demasiado ponderado García Lorca.
Ningún adolescente medianamente sensible ha escapado del influjo de la Luna (por lo visto el satélite influye, y mucho, en las hormonas) y aunque ahora los mensajes amorosos sean vía WhatsApp es imposible que no aparezca, con mayúscula o en minúscula, acompañada de iniciales y emoticonos, la sacrosanta palabra «luna». Sin contar con la canciones que muchas de ellas son todo un poema (¡si no, de qué el Nobel de Literatura a Bob Dylan!).
Pero del amor al odio hay un paso y no hay tratado de brujería ni aquelarre que se precie en el que no aparezcan ritos y plegarias a la luz lunar. Podemos adivinar nuestro destino con las cartas del tarot, quedarnos aterrorizados con los lobos que aúllan a la Luna (o tragarnos la saga vampírica de Crepúsculo), y ya en plan autoayuda coordinar nuestros ciclos menstruales y adecuar nuestras actividades con las fases de nuestro satélite. Claro que no todo son alabanzas: si te llaman lunático no te están precisamente tirando una flor. Ya en el siglo xvi el insigne Paracelso puso nombre a la locura relacionándola con nuestro asteroide más famoso.
Poemas a la Luna, VV.AA., Edelvives, Ilustrador Gianni De Conno, 32 pp., 21,57 €
Magia y rituales de la Luna: ceremonias y ritos para descubrir y utilizar la energía lunar, Edain Maccoy, Arkano Books, 320 pp., 15 €
Vamos a viajar
Los viajes espaciales ya no son quiméricos. Hay una lista de turistas espaciales dispuestos, por una no muy módica cantidad, a dar vueltas alrededor de la Tierra. Lo de establecer una colonia en territorio lunar o marciano también entra en las previsiones a largo plazo, pero antes de que USA y la URSS comenzaran su loca carrera por ver quien llegaba antes —ahora la pelota está en el tejado de los magnates Richard Branson (Virgin Galactic) y Jeff Bezos (Blue Origin)—, una de las narices más famosas de la época se marcaba un desternillante ensayo con simpáticos selenitas. Aunque Viaje a la Luna, de Cyrano de Bergerac, no fue ni mucho menos el primero. Historia verdadera, de Luciano de Samosata; Orlando furioso, de Ludovico Ariosto, y Las aventuras del Barón de Munchausen, que a las bravas se fue en globo, son unas maravillosas obras, anteriores a la fantástica inmersión en la ciencia ficción que significan las obras de Julio Verne De la Tierra a la Luna y Viaje alrededor de la Luna. Y adentrándonos en el campo del cómic, un clásico entre los clásicos Objetivo la Luna y Aterrizaje en la Luna, dos de los más emblemáticos álbumes de las aventuras de Tintín del maestro Hergé. Georges Remi, su nombre real, era un visionario y su cohete espacial guarda sospechosas similitudes con el Apolo XI, con el importante detalle de que el genial artista lo dibujó muchos años antes.
Tintín y la Luna (álbum doble que incluye Objetivo la Luna y Aterrizaje en la Luna), Hergé, Juventud, Traducción Concepción Zendrera, 128 pp., 19,90 €
Pongámonos divulgativos
Es nombrar la palabra ciencia y ver cómo una pandilla de predispuestos lectores espantan moscas con la mano, en el mejor de los casos, o huyen despavoridos cual manada de bisontes en estampida. Pero el género divulgativo no es solo para divertidos nerds al estilo de The Bing Bang Theory o para sesudos intelectuales. Si hay un tema que despierta hambre de conocimiento es la Luna. Así, con mayúscula. Porque es mágica, inasible, eterna y siempre está presente en nuestras vidas. Y porque a pesar de ser objeto de poemas, cuentos, canciones y películas sabemos muy poco de ella. A la vista de este déficit de erudición la industria editorial se ha puesto las pilas y nos ofrece un amplio abanico de posibilidades para desentrañar los misterios de esa figura que nos acompaña por las noches. Porque divulgar es descubrir, difundir e impartir conocimientos ya sea con fascinantes ilustraciones, clara redacción o datos curiosos. Para que de una vez por todas podamos contemplar la Luna sin cara de bobos (si estamos enamorados hay disculpa) aquí va nuestra particular lista.
La Luna (influjo, arte y pensamiento), Joachim Kalka, Siruela, traductor Alfonso Castelló, 128 p.p., 15,95€
La Luna, símbolo de transformación, Jules Cashford, Atalanta, traductor Francisco López Martín, 644 pp., 58 €
Un pequeño paso para (un) hombre. La historia desconocida del programa Apollo, Rafael Clemente, Cúpula, 300 pp., 19,50 €
La Luna, Hannah Pang, Geoplaneta, traductora Raquel García Ulldemolins, ilustrador Thomas Hegbrook, 176 pp., 19,95 €
Madre Luna, Elisa Ancori, Lunwerg, 160 pp., 22,90 €
Apolo 11, Eduardo García Llama, Crítica, 400 pp., 19,90 €
LAS MIL CARAS DE LA LUNA, Eva Villaver, HarperCollins, 205 pp., 19,90 €
Reyes Salvador