A pocos escritores se le solapan los premios por diferentes novelas. El aragonés Manuel Vilas es una excepción. Si el 15 de octubre se distinguía como finalista en el Premio Planeta con Alegría, el 5 noviembre era galardonado con el Premio Femina Étranger 2019 por su novela Ordesa (Alfaguara).
Texto: Reyes Salvador.
El 2018 fue el año de la revelación Vilas. No era ni mucho menos un advenedizo literario. Una dilatada carrera poética avalaba la expectación -y el fulgurante éxito- de Ordesa. Una obra que, a día de hoy, acumula reediciones y que ha sido traducida a más de diez idiomas. En tiempos de novela negra, histórica y sagas, sorprende agradablemente que una sencilla pero profundísima autoficción haya cautivado a tantos lectores. La razón sin duda está en la universalidad de los sentimientos y poco hay tan común como el amor entre padres e hijos. Alegría, la novela finalista del Premio Planeta 2019, no rompe con Ordesa, ni es una vuelta de tuerca. Si pensábamos que ya estaba todo dicho todo sobre el dolor y el recuerdo de los padres ausentes en Alegría encontramos más motivos para adentrarnos en el amor filial hasta el punto de que más de un lector se preguntará si ha querido lo suficientemente a sus padres. Tal es el amor y la devoción que destila la obra de Vilas.
El premio Planeta es tremendamente comercial, pero todavía está usted recogiendo premios por Ordesa. ¿Cree que los lectores que se acerquen por primera vez su obra con Alegría, deberían luego ir luego a Ordesa?
Alegría es una novela autónoma, independiente. Claro que tanto Ordesa como Alegría están escritas por el mismo autor y, por tanto, comparten muchas cosas, muchos temas y maneras de ver el mundo.
Su trayectoria literaria es larga, pero ha sido a partir de narrar su desgarro ante la ausencia de sus padres cuando el éxito, por la puerta grande, ha llamado a su puerta. Constantemente hace referencia al inmerecimiento ¿es falsa modestia o cree de verdad que no se merece lo que le está pasando?
La falta de merecimiento es casi un tema filosófico en Alegría. No se trata del éxito literario. Es algo más hondo, que tiene que ver con que los seres humanos nos creemos con derechos infinitos. Y yo pienso que hemos de saber agradecer las cosas que nos pasan. Y sobre todo agradecer que estamos vivos. El narrador de Alegría quiere renunciar al saqueo del mundo. Es bastante místico.
Para los lectores que ya hayan disfrutado con Ordesa, esta nueva obra es casi una retransmisión en diferido del acontecer de los últimos años de Vilas. No hay hechos, siguen las emociones, pero podemos imaginarnos perfectamente al autor transitando por la vida en compañía de unos personajes, sus padres, de los que ya creíamos conocer todo pero que nos vuelven a sorprender y fascinar.
Su autoficción es un total estriptease ¿qué hay de exhibicionismo y egocentrismo y que hay de terapia?
No hay nada de eso, en mi opinión. Yo solo he intentado decir la verdad que yo he ido encontrando en la vida. Decirla con la honestidad que he podido encontrar.
Protege a sus seres queridos con nombres ficticios y hasta su propio nombre es silenciado ¿Cómo ha lidiado con la autocensura?
No era autocensura, era una forma poética y literaria de transformar a las personas que han sido importantes en mi vida en belleza, en música. Mi familia era humilde en la vida real, pero en la literatura mi padre se llama Bach y mi madre Wagner. Solo es amor, y un poco de fantasía inocente.
Aunque Vilas pretenda vestir de naturalidad su desnudez, la valentía que demuestra dejando al descubierto sus flaquezas es estremecedora. Él, hijo de un tiempo y un territorio en el que ocultar casi es dogma, no esconde nada. Trastornos compulsivos, depresión y alcoholismo son tratados de la manera más poética que podamos imaginar. Sin quitar hierro, sin auto indulgencia. Somos lo que somos, el hombre y sus circunstancias; la herencia que nos han dejado los padres más allá del ADN, la lucha constante por mantener la cabeza en su sitio.
Ha puesto nombre al sufrimiento y el desorden mental ¿por qué Arnold Schönberg? ¿Qué tiene esa personalidad para hacerla suya de esa manera?
Arnold Schönberg es el padre del dodecafonismo, una tendencia musical que yo uso en la novela para simbolizar la depresión, en tanto en cuanto la música de Schönberg supone una ruptura con la música anterior. Arnold es el ruido. Y mis padres son la música.
¿Cómo se consigue la Alegría? ¿Es esperanza por ver evolucionar a los hijos?
La alegría se alcanza desde el dolor cumplido y desde el amor a tu familia. La alegría se conquista. La alegría es humilde y primitiva. Es un sí a la vida. Los hijos forman parte de esa alegría. Pero todo acaba siendo alegría si el corazón está en orden.
En esta libro no hay euforia, ni optimismo. Sigue el dolor, pero también alcanzamos, junto al autor que nos lleva de la mano, cotas de impagable bienestar. Pesadumbre por no poder disfrutar más de los hijos, pero también del sosiego y la protección que brinda una pareja. Una especie de reconciliación con uno mismo. Vilas parece haber encontrado la paz y los lectores sentimos una íntima alegría porque las cosas le vayan bien. Como si un amigo al que apreciamos por fin haya encontrado su camino, como si ese hijo que colgó los estudios haya decidido reanudar la carrera, como si esa amiga separada haya encontrado un nuevo amor. Los últimos coletazos de un devastador duelo, la luz al final del túnel. El amor, la auto aceptación y la humildad como medicina contra el desespero. Una lección de supervivencia. Todos somos Manuel Vilas. Pero él pone letra y música a la vida como nadie.
ALEGRÍA, Manuel Vilas, Planeta, 336 pp.,21,50 €
© Arduino Vanucchi.