Fernando Benzo, que atesora ya algunos títulos de relatos y novelas, acaba de publicar una novela policíaca, protagonizada por un comisario de policía retirado que ha dedicado toda su carrera a la lucha contra el terrorismo.
La fusión de una realidad tan turbia como la correspondiente a la lucha antiterrorista con la ficción novelesca ha de ser difícil. ¿De qué manera ha equilibrado eso, para ser fiel a asuntos reales y fidedignos y a la vez a la parte de imaginación narrativa?
Nunca fuimos héroes es una novela de ficción con un trasfondo de realidad. En ese sentido, uno de los retos que afrontaba al escribirla era lograr engarzar los hechos reales y la ficción policiaca hasta formar un todo en que no se pudiera distinguir qué era real y qué no. Para mí, era importante darle el mismo peso a la trama policiaca y al recorrido de la historia de la lucha policial contra el terrorismo, a través de los recuerdos y vivencias del personaje principal, el comisario de policía Gabo, de tal manera que el relato alternase sin distinción entre la intriga y la memoria.
El perfil de Gabo es el de un profesional de toda la vida, veterano que ha visto de todo mientras que, como dice el comisario general con el que habla al inicio, los investigadores de ahora buscan yihadistas por internet. Y sin embargo, Gabo dice que prácticamente perdió todas sus batallas. ¿De algún modo en ese tipo de luchas contra el crimen el fracaso es inevitable pase lo que pase?
Esa queja sobre los investigadores actuales es un comentario que hace un viejo comisario en el libro, no necesariamente una realidad. Gabo, el protagonista de la novela, tuvo a lo largo de su carrera sus éxitos y sus fracasos pero, al final, tras décadas dedicado a la lucha antiterrorista, se retiró sin haber logrado capturar al terrorista que era su principal objetivo. Inevitablemente, eso tiñe de fracaso el recuerdo de toda su carrera. Por ello, de alguna manera, al presentársele una última oportunidad de capturarle, hay en ello una cierta posibilidad de redención, de justificación de toda su vida.
Es muy interesante cómo habla del sentimiento de culpa de estos profesionales, en la página 129, incluso llevando a término su trabajo, resulta conmovedor. «La culpa por todo. La gran losa. Cada asesinato, cada atentado». ¿Le ha servido para humanizar a estos profesionales que tienen que ser duros y fuertes per se? ¿Es a modo de homenaje?
Hay un cierto homenaje en la novela, sí. Hay un deseo de dar a conocer y de poner en valor la labor que hicieron generaciones de policías y guardias civiles que dedicaron su carrera a protegernos a todos de la amenaza del terrorismo etarra. Y todos ellos, por supuesto, son seres humanos con sentimientos de dolor, de frustración y, aunque sea injustificado, de culpa. A mí me gusta decir que son héroes, pero no superhéroes. Son personas y esa dimensión personal, emocional, era algo que me interesaba especialmente mostrar.
De hecho, desde el título se niega la heroicidad de estos investigadores. ¿Cuál es su sentido de héroe?, ¿existe en la actualidad algún perfil de ciudadano que pueda responder a eso?
Yo creo que un héroe es todo aquel que hace algo por los demás sin exigir nada a cambio. Cuando pones tu vida en riesgo todos los días para luchar contra el terrorismo es evidente que hay un componente vocacional, un altruismo y, por tanto, una heroicidad que va mucho más allá del sueldo que puedas recibir o de tu carrera profesional. Esa es la heroicidad. Y, afortunadamente, en nuestra sociedad son muchas y de muy diferente tipo las personas que pelean por los demás con esa vocación de servicio y de ayuda y no por una recompensa individual y concreta.
«Levantar sospechas», como se lee en la página 198, es el mayor riesgo de un infiltrado. ¿Cómo se vive en ese estrés en que, como se sigue diciendo, se desarrolla todo un ámbito de chivatos, confidentes y delatores?
Resulta inimaginable. El nivel de tensión, de valentía, de compromiso, de riesgo de esas personas es algo que no podemos imaginar quienes no lo hemos vivido. Personalmente, al margen de lo apasionante que resulta, a mí me genera una profunda admiración. Son experiencias vitales que no podemos más que intuir lejanamente quienes llevamos una vida ordinaria.
¿Cómo fue su experiencia política (fue subsecretario de Educación, Cultura y Deporte y secretario de Estado de Cultura) y cómo ha incidido en su visión de la vida luego volcada en su narrativa?
En mis novelas me han influido mis experiencias vitales, como a cualquier escritor, más allá de que en algún momento haya tenido unas u otras responsabilidades. A mí me importan las personas, aprender de quienes me rodean, tanto en esta novela como en las anteriores. La mejor fuente de inspiración es siempre la vida que nos rodea.
Nunca fuimos héroes
Fernando Benzo
Planeta, 416 pp., 21,90 euros
https://www.planetadelibros.com/libro-nunca-fuimos-heroes/306659#soporte/306659