(Omegna, Piemonte, 23 de octubre de 1920 – Roma, 14 de abril de 1980)
Este mes de octubre de cumple el centenario del nacimiento del escritor, pedagogo y periodista italiano Gianni Rodari.
Hace cien años nació Gianni Rodari. Hace cuarenta años murió Gianni Rodari. De su natal Omenga, Italia, hijo de panaderos y huérfano de padre desde los nueve años, fue criado por una tía y después de entrar en diversos internados, realizó unos estudios muy útiles para la literatura a la que se consagraría, Magisterio, y empezó a hacer suplencias en Uboldo, aparte de ponerse a trabajar como periodista en el diario Cinque Punte. Exento del servicio militar por su poca salud, en diciembre de 1943 hubo de ingresar en filas con la República de Saló, y lo destinaron al hospital del barrio milanés de Baggio. Tiempos terribles aquellos, que vieron el triunfo del fascismo en tierras trasalpinas, en que a veces, era necesario afiliarse al Partido Nacional Fascista para solicitar un empleo como funcionario y salir de la pobreza.
Fue la suya una vida de éxitos literarios, de gran aceptación popular, que contrasta con los terribles antecedentes familiares que tuvo que sufrir: no sólo la temprana muerte de su padre, por una bronconeumonía, sino en especial el internamiento de su hermano Cesare en un campo de concentración nazi de Alemania, y la muerte de sus dos mejores amigos, Nino Bianchi, que se había ahogado en el Mediterráneo en el naufragio de un barco, y Amedeo Marvelli, que había caído en el frente ruso.
Estos padecimientos provocados por el autoritarismo fascista lo habían llevado a contactar con la resistencia lombarda, y en 1944 se afilió al Partido Comunista Italiano, en cuyas actividades ya había estado tomando parte desde años atrás. Sin embargo, podía mantener las apariencias, cual agente doble, por pertenecer oficialmente al partido fascista. Es más, su compromiso político se fue intensificando en 1950, al trasladarse de Milán a Roma, y fundando y dirigiendo con la militante comunista Dina Rinaldi el semanario juvenil Pioniere (Pionero), de la Associazione Pionieri d’Italia.
En un primer momento, eligió un pseudónimo, Francesco Aricocci, para los primeros textos que fue publicando en varios medios, y más tarde se incorporó y dirigió la revista mensual Il Giornale del Genitori. Es el tiempo en que investigó una serie de leyendas populares, también firmadas con pseudónimo, Leyendas de nuestra tierra, y dos cuentos de corte fantástico: El Beso y La señorita Bibiana. Es en el periodo en que trabaja para el diario L’Unità –en el que dos años más tarde comenzaría a dirigir la sección La domenica dei piccoli (El domingo de los pequeños)– cuando descubre su vocación como escritor para niños. Es entonces, finales de los años cuarenta, cuando afina su estilo mediante narraciones cortas y humorísticas, muchas veces ligadas a la poesía popular italiana. Publica, y ahí estalla en todo su talento para dirigirse a los más jóvenes, a convertirlos en lectores para siempre, sus primeros libros: El libro de las retahílas y Las aventuras de Cipollino.
La experiencia y la lectura pública frente a un auditorio que no necesariamente era infantil le llevará a ir conociendo los intereses y gustos en el particular ámbito en el que se mueve su literatura. De hecho, recorrió las escuelas italianas para contar historias tanto como para escuchar a los niños. De tal modo que Rodari, sin lugar a dudas, podría ser considerado como uno de los grandes fomentadores de la lectura del siglo XX en la edad más importante para tal cosa. De tal entrega surgiría su celebrado libro Gramática de la Fantasía. Introducción al arte de contar historias. En él muestra su metodología de aprendizaje, consistente en pensar que los niños son capaces de desentrañar historias, de ahí que expusiera algunas técnicas creativas para inventar historias, como «El binomio fantástico», «Que ocurriría si…», «Viejos juegos», «Los cuentos al revés» y «Ensalada de cuentos».
Alguien con tamaño don para escribir de cara a los niños no tardaría en verse reconocido dentro de su propio sector. Así, recibió en 1970 el galardón más importante que se otorga en este sentido, el Premio Hans Christian Andersen. Entendió Rodari muy pronto que la herramienta del humor y, por supuesto, la fantasía, eran los elementos esenciales para llegar a sus pequeños grandes oyentes y lectores.
Rodari compaginará su labor social y política con la de pedagogo, con libros como El manual del pionero, y se meterá en controversias que le llevarían a ser excomulgado por el Vaticano, que decía de él que era un «ex-seminarista cristiano diventato diabolico». Este castigo eclesiástico se completaría con otro tan violento como intimidante: la quema en los patios de las parroquias de ejemplares de sus libros y de la revista que comandaba. Pero el escritor, naturalmente, no se arrugó ante tales ataques y siguió con su vida: en 1953 se casó con la modenesa Maria Teresa Ferretti, secretaria del Grupo Parlamentario del Frente Democrático Popular, y en el mismo año fundó el periódico Avanguardia, instrumento de expresión de la Federación Juvenil Comunista Italiana. Luego, volvió a L’Unità, y también empezó a trabajar con la RAI y con la BBC como autor del programa infantil Giocagiò, siempre teniendo en mente la ideología comunista, como refleja el hecho de que visitó varias veces la Unión Soviética, donde se difundían sus libros por la escuelas de las repúblicas.
Precisamente, tras su último viaje allí en 1979, su salud empeoró, y al cabo de unos meses ingresó en una clínica de Roma para someterse a una operación de la pierna izquierda, en la que tenía obstrucción en una vena. Murió durante la operación, por insuficiencia cardíaca, a los 59 años, dejando un legado inmenso para la literatura infantil, que divulgaron masivamente cantautores italianos que pusieron música a sus textos, como Sergio Endrigo. Asimismo, en 1973 se haría un ballet, con música de Karen Jachaturián, y es algo de justicia poética porque de joven recibió clases de violín y terminó formando un trío con dos amigos.
QL.