Desde hace tres lustros, Emili Albi (Valencia, 1979) ha ido ocupando puestos de relevancia en diversos sellos editoriales dentro del Grupo Planeta. Licenciado en Derecho por la Universidad Autónoma de Madrid y con un máster en Edición por la Universidad de Salamanca, comenzó en este mundillo en Temas de Hoy, en el año 2007, en calidad de asistente editorial (y editor junior después), lo que le proporcionó una valiosa experiencia en cuanto a tratar el destino de libros que se convirtieron en superventas, como El tiempo entre costuras, de María Dueñas, o Palmeras en la nieve, de Luz Gabás. Cinco años más tarde, pasaría a desempeñar tareas como editor de ficción nacional en Planeta, llevando al estrellato a autores como Eva García Sáenz de Urturi, Marwan o Javier Sierra. Es recentísimo, asimismo, su otro gran cambio, pues el pasado enero tomó las riendas de la editorial Ariel.
Autor de dos poemarios en catalán y de una novela en castellano, La amante ciega, que se publicará en el 2022 en la editorial Alta Marea, Albi se distingue por lograr alcanzar ese grial tan deseado por tantos profesionales de su ámbito: el hecho de que vean la luz libros que alcancen un gran número de lectores –y con ello que su comercialidad funcione– y que aporten contenidos valiosos, que tengan una vida duradera. Y más si hablamos del mundo del ensayo, la especialidad de Ariel.
Se autodefine como muy inquieto intelectualmente y lector muy ecléctico, un editor que está de continuo a la caza y captura de libros que le atraigan también desde el punto de vista de su estética, sin renunciar a que ese cuidado estilístico y los títulos elegidos, de máxima calidad, llegue a un público mayoritario. Por lo que respecta a Ariel, estamos ante una editorial que publica más de sesenta libros al año (la mitad, novedades y la otra, recuperaciones de libros de fondo que conviene volver a poner en circulación).
Sin duda, uno de los aspectos definidores de Ariel, afirma, es «su variedad tremenda de temas y disciplinas (ciencia, filosofía, naturaleza, literatura, historia, psicología, política, economía…), distintas lenguas (aunque predominan los autores anglosajones y españoles) e incluso de editores (por aquellas obras que se presentan de nuevo y que fueron contrataciones de compañeros que ya no están)». Albi, además, busca entablar un trato estrecho con el autor; necesita sentir admiración por él y que haya respeto intelectual recíproco, que la vida profesional pueda acabar en amistad.
Convencido de que «la lectura alarga la vida», que es clave para elevarnos, tiene claro que los editores son empresarios pero que lo lucrativo no ha de ser el único ni el primer objetivo: «Somos un interlocutor social y ayudamos a conformar la ética y la estética de nuestro tiempo y nuestro entorno». Por ello, y esto es un detalle relevante al considerar el entorno mastodóntico en el que se mueve, a Albi le sorprende, e incluso apena, que muchas editoriales no acepten manuscritos no solicitados. Él los acepta siempre: «Para mí, una editorial (y un editor) es, básicamente, un agente social, que promueve el debate, que pone encima de la mesa temas y problemas y que propone soluciones para esos problemas. Por esto, negarse a leer manuscritos de nuestros coetáneos, de nuestros conciudadanos, me resulta traicionar el espíritu mismo de este oficio. Los libros son parte indispensable del progreso humano y el progreso normalmente nace de ideas nuevas… si solo publicáramos lo conocido, nos estancaríamos», concluye