«SI LA LITERATURA NO ES MÁS QUE UNA MENTIRA ELABORADA PARA CONTAR GRANDE VERDADES. LA CIENCIA FICCIÓN ES EL MEJOR GENERO»
La madrileña Gema Nieto (1981) es licenciada en Filología Hispánica y Teoría de la Literatura – Literatura Comparada por la Universidad Complutense. Ha trabajado durante años en el mundo de la edición y colabora en revistas como Pikara Magazine, Qué Leer y Culturamas.
Publicó su primera novela, La pertenencia (Caballo de Troya) en 2016, a la que siguieron Haz memoria (Dos Bigotes, 2018), que cosechó excelentes críticas, el relato «Casa cerrada» en la antología Asalto a Oz (Dos Bigotes, 2019). También es autora de los cuentos «Déjate Ver» (Revista Eñe nº 50) y «Soy el fantasma que dispara» (Esas que también soy yo, Ménades, 2019).
Ahora presenta su tercera novela, Quién esté libre de culpa, una distopía situada en un futuro próxima en la que la ciencia ha conseguido dar con una alternativa viable y legal a los vientres de alquiler, un logro extraordinario que supone la solución a crisis demográficas y económicas y la realización de un sueño para muchas personas. Sin embargo, esta promesa de perpetuación largamente deseada no es más que un espejismo tenebroso que viene acompañado de consecuencias imprevisibles.
Los seres humanos seguiremos tropezando siempre en las mismas piedras a través de nuestra búsqueda por conocer qué nos determina y nos hace ser quienes somos: la educación, los prejuicios, los condicionantes genéticos o las presiones familiares y sociales. No se la pierdan: les dejará estupefactos.
1) Sus dos anteriores novelas tenían marcados tintes autobiográficos. ¿Qué hay de sí misma en esta nueva obra?
Es verdad que en todo cuanto escribimos hay siempre una parte muy importante de nosotros mismos, de nuestras propias experiencias o historias, aunque también es cierto que ésta es mi novela más alejada de mí misma, por decirlo así, en un sentido autobiográfico.
En Quien esté libre de culpa he querido llevar un tema polémico a mi propio terreno y conectarlo con mis propios temas literarios y obsesiones personales, por eso los lectores reconocerán muchos de los que ya he tratado y que son los que conforman mi particular universo de ficción, como la formación de la identidad, los condicionantes biológicos o culturales que nos definen, la memoria, los traumas y secretos que arrastramos del pasado o las siempre problemáticas relaciones familiares, además de la preocupación por darles voz a las presencias silenciadas.
2) El planteamiento que nos presenta es terrible: la gestación vía vientres de alquiler y la explotación animal van aquí de la mano, estrechamente ligadas con el máximo rendimiento del trabajador. La lectura del libro puede producir gran tristeza y desazón. ¿Cree que nos encaminamos a ese futuro?
La verdad es que no me resulta muy descabellado pensar que lo que imagino en mi novela podría suceder en veinte o treinta años. No me sorprendería; incluso me atrevo a afirmar que la posibilidad ya se ha considerado. Es cierto que en el futuro más o menos próximo de mi novela algunas luchas e injusticias se han superado, pero han dado paso a otras que en el fondo son las mismas, porque el ser humano siempre encontrará motivos de desprecio, odio y persecución del «otro» a quien considera distinto. Y en Quien esté libre de culpa, los «niños mono» han pasado a ser el blanco de la ira de los intolerantes, son ese sentido un trasunto perfecto de las personas LGTBI, los inmigrantes o los colectivos discriminados.
En muchos aspectos, como ése y el de la manipulación mediática, nuestro presente es exactamente igual al que describo y el futuro no se presenta muy alentador. Me gustaría tener más fe en el ser humano pero soy muy pesimista en este sentido.
3) ¿Cómo se le ocurrió un argumento así?
Básicamente surgió de la necesidad de tratar algunos temas que han sido especialmente polémicos en nuestra sociedad durante los últimos años pero desde un punto de vista diferente, y hacerlo a través de un género, el de la ciencia ficción, en el que no soy experta pero que siempre me ha parecido el más puramente «literario» de todos pese a ser también uno de los más denostados e infravalorados de cuantos existen…
Si la literatura no es más que una mentira elaborada para contar grandes verdades, entonces la ciencia ficción es el género que mejor universaliza las realidades humanas a través de las mayores ficciones concebibles.
La problemática de los vientres de alquiler se ha debatido hasta ahora, para defenderla o denunciarla, poniendo el foco en las mujeres gestantes y la denuncia de su situación, algo por supuesto necesario, pero me llamaba la atención que una cuestión tan polémica olvidara una perspectiva complementaria y, a mi juicio crucial: la de los propios niños gestados, el desarrollo de su identidad, la posible existencia del vínculo con sus gestantes y la necesidad de conocer sus orígenes.
Por otro lado, al hablar sobre este tema creo que no se insiste suficiente en la falacia de la libertad de las gestantes y su motivación económica, que es la única que llevaría a cualquier persona a gestar el bebé de un desconocido. Las voces a favor de la gestación subrogada se apoyan en la supuesta libre voluntad de las mujeres a la hora de decidir llevarla a cabo, pero cuando se impone una necesidad económica, del grado que sea, no existe libertad de elección ni de decisión. Al suplantar, en un futuro hipotético, a las mujeres por animales (gorilas en este caso), mi novela lleva al extremo la explotación de seres inocentes en beneficio de un mercado cada vez más pujante, de los intereses capitalistas y de los deseos individuales, y alguien podría estar tentado de reprocharme que he hecho trampa, puesto que en el caso de los animales no existe ninguna posibilidad de decisión mientras que las mujeres siempre la tienen. Pero esto tampoco es así en realidad: ¿hasta qué punto somos verdaderamente libres los trabajadores, las personas que dependen de un sueldo precario o de unos ingresos mínimos? ¿Pueden de verdad decidir sobre aspectos de sus vidas que otras personas más adineradas son capaces de solucionar con facilidad? Y, por otra parte, hace falta insistir también en la perversión que supone mercadear con la génesis misma de la vida.
Si el ser humano tiene posibilidad de mercantilizar cualquier necesidad y de poner en marcha con ello una industria pujante a costa de lo que sea, lo hará. Lo llevamos viendo desde hace siglos. Lo que ha hecho en el caso de la gestación subrogada es disfrazarla de regalo maravilloso, envolverlo con un lazo y ofrecerlo como un adelanto cuyo fin es mejorar la vida de la gente y conseguir su felicidad. Pero no es más que la consecuencia última y más brutal del capitalismo.
4) En su anterior novela, una minoría (las mujeres lesbianas) sufría los prejuicios de la dictadura franquista. En esta ocasión, hay otra minoría (que no vamos a desvelar) la que es señalada por el conjunto de la sociedad. ¿La literatura siempre debe estar políticamente comprometida?
La literatura tiene tanta fuerza precisamente porque ha sido desde hace siglos un canal fundamental para expresar inquietudes, representar vivencias, pensamientos y emociones, desarrollar ficciones de las que extraer preguntas e intentar buscar respuestas y denunciar injusticias o situaciones que deben ser transformadas. La literatura nos interpela, nos obliga a reflexionar, a cuestionar lo ya aprendido y a desactivar prejuicios y, como expresión artística e intelectual del ser humano, está íntimamente relacionada con la época histórica, la cultura y el contexto en el que nace, del que no podemos sustraernos aunque queramos. Muchos piden siempre «despolitizar» el arte, el cine, el feminismo, la lucha por los derechos civiles, la memoria histórica, los asesinatos homófobos…, pero todo ello es política. La economía, la educación, la cultura es política. Los discursos en los que creemos o que rechazamos son política. Lo personal es político. Y la ciudadanía, los escritores, los trabajadores de cualquier profesión, no podemos apartarnos de ella, porque también con nuestras vidas, nuestras obras y nuestras decisiones, aunque no queramos, hacemos política. También con lo que escribimos y cómo lo escribimos. En mis novelas siempre procuro que este componente de compromiso o de denuncia permanezca activado, porque sigue siendo necesario.