Nació en Arsita, un pequeño pueblo en la provincia de Teramo (Abruzos, Italia), donde también pasó su infancia. Desde que tenía nueve años escribe historias, cuentos de hadas, poesía y novelas.
Se dio a conocer con Mia madre è un fiume(2011, Premio Tropea). Su siguiente obra, Bella mia (2014), quedó entre las finalistas del reconocido Premio Strega, siendo galardonada posteriormente con el Premio Brancati. Con su tercera novela, La Retornada, consiguió en 2017 ser finalista del Premio Napoli y erigirse con el Premio Campiello. En la actualidad vive en Penne, en los Abruzos, donde escribe y ejerce como dentista pediátrica.
Donatella di Pietrantonio consiguió gran éxito en varios países con La retornada (2019), de la que se ha hecho película. En ella se narraba la historia de una niña y adolescente que recuerda el camino recorrido entre su familia biológica, que la da en adopción y el camino de vuelta trece años después. Ahora la autora retoma el relato de esta mujer sin nombre con Las hermanas de Borgo Sud (Duomo).
Si la obra anterior era una historia de madres e hija, la actual se centra en la relación entre dos hermanas. Es una historia dura, una escritura sin sentimentalismos, ni concesiones, y ciertos toques de neorrealismo, con un impacto emotivo menor. La trama contrapone dos microcosmos antagónicos: la universidad como centro de la palabra y el saber; el barrio pesquero de Borgo Sud,
Después del éxito de La retornada, el público pedía una continuación de la historia. ¿Fue difícil enfrentarse de nuevo a personajes ya conocidos? ¿El tiempo le ha permitido hacerlo de manera distinta?
No soy una escritora digamos serial pero esta vez, a diferencia de otras ocasiones, mi relación con los personajes de La retornada era muy profunda. Ambas hermanas me interpelaban continuamente de un modo muy invasivo -sobre todo Adriana- y como desde siempre tenía en mente su vida adulta, me apetecía contarla y cerrar el ciclo narrativo.
Temía que este segundo volumen fuera visto como una novela forzada por el éxito de la primera, pero yo escribo las historias que siento, que me mueven y conmueven. Por eso volví al universo de estas dos hermanas.
Será frustrante para los lectores no saber cómo evoluciona la relación entre ellas. ¿Habrá una tercera? Quizás Vincenzo pueda darnos un día su versión de su madre y su tía.
De acuerdo pero, por ahora, el ciclo está cerrado y no me planteo escribir otra. Por otro lado, me fascinan los finales abiertos, que obligan al lector a imaginar un final.
Dado que este libro se puede leer independientemente del anterior, ¿ha sido difícil escribirlo teniendo en cuenta tanto a quienes conocen la historia de La retornada, como a quiénes se sumergen en el mundo de Borgo Sud por primera vez?
He intentado escribir esta novela para que pudiera leerse independiente de la anterior. En cierto modo, para mí es como la vida misma, que podemos recordar de manera lineal o con saltos en el tiempo. Al inicio de la trama, la protagonista debe volver a Italia por algo muy grave que ha sucedido. Tiene miedo de qué le espera y pasa una noche insomne. En esa noche su memoria va atrás en el tiempo, de modo caótico y de hecho, en esa noche se encuentra la esencia de la historia. Quizás se lo he puesto un poco difícil al lector pero la memoria es así, desordenada.
Estas protagonistas la han acompañado durante tiempo y seguimos sin conocer el nombre de la retornada.
Cierto. Para mí, esta falta de nombre es signo de la herida que sigue arrastrando. Es una mujer que se siente huérfana habiendo tenido dos madres, la biológica y la adoptiva, pues ambas la han abandonado en un momento dado. La falta de nombre representa nuestra identidad, constituye nuestro tarjeta de presentación ante el mundo y es un síntoma de sus carencias.
Es, otra vez, una historia dura, de superviviencia, desamor, desencuentros y, sobre todo, de estas carencias afectivas y falta de comunicación ¿Cree que los protagonistas no saben poner palabras a lo que sienten?
Seguramente es una parte del problema. Aquello no dicho pesa muchísimo en el interior de ambas. Por ejemplo, en la relación de la protagonista con su marido se establece un silencio creciente. Y eso que él procede de una familia burguesa, con cierto bagaje cultural en la que, sin embargo, hay cosas que no pueden expresarse. Piero es incapaz de hablar con sus padres y su mujer de su propio deseo. Este silencio dura demasiado, y para la retornada constituye un tipo de condena que la acompaña siempre.
Hablando de Piero, es un personaje que puede hacerse antipático al lector, pero mi impresión es que ha sabido dibujar un personaje que no es ni blanco, ni negro, sino que se mueve en una extensa gama de grises. Y, en cierto modo, él la amará siempre, a su manera, y estará siempre ahí, durante los malos momentos.
Veo que ha entendido muy bien estos matices sobre Piero pues, efectivamente, es el suyo un amor absoluto que sobrevive a la separación y a la distancia. Hay una imposibilidad de vivir este amor en las formas establecidas (amor, sexo, convivencia,) pero en su profundidad el amor entre ambos permanece.
Volviendo a las hermanas, la protagonista se ha alejado físicamente del lugar cargando con una pesada mochila emocional, pero no es capaz de hacer tabla rasa.
Dicha dificultad sigue muy presente y opta por la distancia geográfica. Al principio es pequeña y cada fin de semana busca un pretexto para volver en busca de las huellas de Piero, en las calles por donde pasearon juntos un día. Posteriormente da un salto mayor aunque cambiar de país no significa que supere la ruptura. En un momento dado, se lamenta de que en su maleta va todo su pasado, incluido Piero, pero poco a poco se va reconstruyendo. Se enfocada en la realización profesional, en las nuevas amistades, incluso en Cristopher, del que habla a veces. Ha logrado, finalmente, recolocar el amor por su ex marido y cuando vuelve a Pescara ya es capaz de gestionarlo adecuadamente.
En cambio, Adriana, no puede marcharse de allí, ni cortar con su pasado amoroso. Imagino que habrá trazado bien esta antítesis sobre cómo estas dos mujeres se enfrentan a la realidad de manera tan antagónica.
Ambas buscan relaciones muy distintas y sus maridos son de lo más alejado, cada uno de ellos carga con una educación emocional que no tiene nada en común.
Una se enamora de un hombre educado, e inofensivo en el sentido de que no la agredirá físicamente; es un hombre opuesto al modelo masculino de su padre y hermanos. Adriana, en cambio, recorre el camino contrario, pues elige un hombre cercano al patrón familiar, donde la carencia de una lengua que dé sentido a las emociones, lleva a resolver los conflictos a través de la violencia.
No obstante, la retornada ha vivido otro modelo paterno, pues el adoptivo era un hombre culto que poseía una lengua y que no debía recorrer a la violencia.
¡Gracias! Es muy importante para mí que me proporcione esta perspectiva. A veces una no se da cuenta de estos matices mientras escribo.
Una pesa de exceso de sensatez y la otra es en exceso impulsiva. ¿Qué le falta a una de la otra?
Son polos opuestos. Adriana es instintiva, visceral, explosiva, hambrienta de vida y se mete de cabeza en todas las situaciones a costa de salir magullada (como en su relación con Raffaele). Y sin embargo, su intuición le permite leer mejor la realidad y es quién se da cuenta de las sombras latentes bajo la superficie de hogar perfecto de su hermana y Piero. Eso sí, es muy intuitiva para con los demás, no para sí misma.
La retornada es una mujer estructurada, atrincherada, que quiere controlar las situaciones y que sabe nombrar lo importante a fin que Adriana ponga fin a esa relación toxica. Son, como he dicho, opuestas pero complementarias, y la una sabe cuándo intervenir a favor de la otra.