Detrás de este título tan particular se halla un texto que aborda asuntos que van de Hamlet hasta el futuro de Europa; todo un género híbrido de la mano de un doctor en Filología asturiano y especialista en la investigación de la literatura de viajes, además de traductor de novela negra y de clásicos como Charles Dickens.
¿Cómo fue la concepción de un libro tan particular como El panfleto de Kronborg, que tiene un estilo fragmentario y aparentemente mezcla diversas referencias con tanta soltura?
De un lado está el recuerdo de mi visita a Kronborg: la solidez del orden escandinavo, la foto que Bob Dylanse hizo frente a las murallas, la soledad de Hamlet. Del otro, la acumulación de episodios que muestren el empobrecimiento del ágora, el deterioro del lenguaje político. El libro nace de ese contraste.
De hecho, ¿cómo podría calificar el género del libro, qué nos cuenta, cómo nos lo cuenta? ¿Es influencia de Montaigne, con su estilo y enfoque tan personal y referencial?
El viaje de Montaigne a Italia es un reflejo, en cada página, del mundo de ese instante. Montaigne habla de costumbres, de comidas, de precios, de calles mejor o peor cuidadas. Lo mismo ocurre hoy: convivimos con un presente que un día será una foto de época. El panfleto de Kronborg quiere insistir en la endeblez y la fugacidad de los dogmas de hoy.
Podría pensar el lector que no hay diferencia alguna entre alta y baja cultura hoy en día, y su libro es una clara muestra. Coincide Shakespeare con el fútbol o la música del siglo XX. ¿Tiene esa percepción? ¿Qué es la cultura hoy en día?
La cultura es el nervio social que nos protege de la banalidad. El fútbol refleja, en las gradas y en el terreno de juego, una evolución social. Es una ceremonia que cambia según el dónde y el cuándo. Ahora se ha hecho más efectista; el efectismo es una tendencia clave en los tiempos actuales. Respecto a la música, quizá estemos en el declive último del rock, en el cierre de una banda sonora que empezó en el principio de los 60. El rock ha sido la banda sonora de la democracia occidental. Una música más banal estará emparentada con una relación, también más banal, del individuo con los otros; es decir, con otra política.
El presente y futuro de Europa se asoman en sus páginas. ¿Qué mirada tiene hacia el continente, en su plano social, político y cultural?
Creo que el futuro será algo parecido a una comunidad de vecinos que discute qué música debe sonar en el ascensor. Unos sugerirán La Flauta Mágica, otros arrugarán el ceño. La cuestión es cuánta gente habrá en cada bando y qué decidirán finalmente. Los políticos son muy conscientes de eso y apuestan por las mayorías. Si detectan que la banalidad es conveniente por mayoritaria, la estimularán sin dudarlo. Eso llevará a un mayor distanciamiento entre gobernantes y gobernados; los partidos políticos corren el riesgo de ser vistos en el futuro como siglas empresariales que sólo atienden a su interés. Habrá solución a eso, claro, pero llevará tiempo dar con ella.
En su andadura tenemos también libros de viajes, ¿cómo enfoca este género y cómo influye en el escritor en general, y en usted en particular, una mirada en movimiento de un lugar distinto?
Viajar implica una visión de otras modas, otras creencias, otras certezas. Los paisajes del mundo tienen un poder evocador, un caudal de imágenes ocultas que uno desearía haber visto. La tribu de los viajeros es muy seductora. Hay un parentesco entre los paseos de Montaigne por Roma y las andanzas de T.E. Lawrence en los desiertos de Arabia; una especie de geometría secreta. El mundo se fue haciendo visible en torno a quien lo recorrió.
Usted es un especialista en títulos realmente llamativos, como Los diarios clandestinos de Blancanieves, Historia del mundo para rebeldes y sonámbulos o Las últimas voluntades del caballero Hawkins. Es capaz de extender los límites del término «historia» y crear una visión muy mordaz del mundo tal cual es, mezclando personajes reales e inventados. Ya en páginas precedentes aparecían Hamlet o Bob Dylan, que también aparecen en Kronborg. ¿Esos referentes cuánto le han marcado?
Tengo una visión carnavalesca de la historia. Me gustan sus imágenes, sus misterios, sus instantáneas inacabables. Del desorden aparente de esas imágenes, del collage que se produce al desplegarlas como si fueran naipes, se desprende una conclusión: la historia es un desfile de carnaval. Algún día Instagram o Twitter serán vistas con la misma distancia que despiertan hoy los humos del primer tren Barcelona-Mataró.
¿Su siguiente libro también será una propuesta que sorprenda aunando géneros diferentes?
Escribir un libro es como cuando, en la película Bonnie and Clyde, Clyde le dice a Bonnie: no tendrás un minuto de paz. Y Bonnie contesta: ¿me lo prometes? Según a cuanta paz renuncies, más arriesgas. Y supongo que me arriesgaré.
Toni Montesinos
LA OBRA
El castillo de Kronborg, que inspiró a Shakespeare una de las obras cumbres de la literatura universal, es el punto de partida del singular viaje que nos invita a emprender este iluminador libro. A lo largo de sus páginas, la singular voz del narrador conducirá al lector por las sendas que unen pasado y presente de una tradición cultural en crisis, desmantelando así los falsos dogmas que la socavan. El resultado es un texto lúcido, heterogéneo e irreverente en el que temas tan dispares como la literatura de viajes, la lucha de clases, los contrastes entre las sociedades del norte y del sur de Europa, la historia del rock, el consumismo y el deterioro de los valores democráticos tienen cabida. Una obra extraordinaria que aúna literatura e historiografía para desentrañar las claves no sólo del pasado y el presente de Europa, sino también de su porvenir.
PANFLETO DE KRONBORG
Jesús del Campo
Acantilado, 192 pp., 16 €