Cuius regio, eius religio, ese fue el lema de la archiconocida Paz de Augsburgo de 1555 por la que el Emperador Carlos V debía permitir que en cada territorio alemán las autoridades decidiesen sobre materia religiosa. El principio jurídico fue atribuido a Joachim Stephani. Aquel concepto supuso el final de la guerra contra los príncipes alemanes de la que forma parte la batalla de Mühlberg, que da título este libro magníficamente editado por Edhasa, sea dicho de paso. De este modo, se frustraba la defensa de la fe católica, uno de los ejes de la política exterior carolina, y la autoridad misma del César.
Todos conocemos el final cercano de la historia que Víctor Fernández Correas ha decidido novelar, pero no por ser un cajón ya abierto de la Historia, pierde este libro un ápice de efervescencia, intensidad narrativa y, por supuesto, de rigor histórico. Éste es para cualquier novela histórica, ya lo he dicho en más de una ocasión, como el valor para aquellos que hicieron el hoy extinto Servicio Militar. Como no habían entrado en combate, se despachaba con un ambiguo: «Se le supone».
Normalmente, la tapa dura y las editoriales de «tochos» infinitos no son tan amigas de la literatura y de la historia como cabría suponer. Hay un debate pendiente sobre el particular. Sin embargo, Víctor nos ofrece algo distinto en esta obra. Ya lo decía Marc Ferro en sus reflexiones sobre el cine. Éste es hijo de su tiempo y, por tanto, cada película no nos habla sólo del período en el que está ambientada, sino del momento en el que se hizo. Así, el autor, refleja aquí un estilo muy actual: ágil, dinámico, vivaz, pero comprometido con el dato y, sobre todo, con el espíritu de aquellos tiempos. Así, cuenta a los hombres por la dignidad de sus actos y de sus ideas, cuestión que los hace entroncar con el humanismo propio de los albores renacentistas. De este modo, un noble puede ser infame o virtuoso, igualmente que un campesino puede jugar un papel clave cegado por su deseo de venganza o un espía criado en el arroyo puede dotarse de honor, dignificarse, con sus actos.
Todo ello significa, a mi modo de ver, un trasunto, de las mentalidades que hoy nos gusta tanto estudiar de aquel tiempo. Casi una metáfora paradigmática de la tan traída y llevada revolución militar moderna, en la que un labriego, arcabuz en mano, y tras una rápida formación, podía derribar en la distancia a un caballero perfectamente pertrechado con su armadura. No obstante, la obra rezuma historia por cada poro del papel que la compone, pues también están los soldados escritores, los rasgos netamente violentos de la sociedad de la Edad Moderna, los cirujanos, los aspectos culinarios, los rasgos característicos de cada personajes señero, las reflexiones sobre las miserias de la guerra o el papel de la mujer en estas lides.
El autor, atendiendo a todo lo dicho, es un escritor que, dominando la historia, hace literatura. No es esta una cuestión baladí, pues la exhibición o el control de los contenidos por sí sólo no basta para alcanzar ese intangible permanente (y difícilmente explicable) que conforma el hecho literario. No, no me dejo llevar por la lírica, el lenguaje de la novela es llano. Como diría Jardiel Poncela, se nota trabajado como el hierro para que se beba como el agua. No obstante, a través de él se materializan muy diversos tipos de conceptos, tanto militares, como sociales o religiosos. Humanos, profundamente humanos, en definitiva.
Es conocido que Clío es una amante difícil de complacer, pero muy probablemente hoy esté de buen humor. Esta novela viene a reconciliarla con las ficciones que sobre el pasado han sido. Es difícil dar más en menos de cuatrocientas páginas.
Berta Sande
MÜHLBERG
Víctor Fernández Correas
Edhasa, 380 pp., 21,50 €