En 1619, Diego Velázquez es un pintor emergente en la academia sevillana de su suegro, pero lo que desea es pintar lienzos de mayor tamaño. Sus sueños y ambiciones le llevarán pronto a la corte de Felipe IV, donde irá afianzándose. El país está sumergido en derrotas militares y en el caos político y, a medida que se afianza, el pintor es más consciente de la escandalosa decadencia española. Dividido entre el deber familiar y las fáciles seducciones alrededor del poder, Velázquez decide arriesgarse a pintar algo que podría llevarle directamente a las garras de la Inquisición: una Venus desnuda, mirándose al espejo. Este es el argumento de Yo, Venus,de Barbara Mujica, una novela magistral, ganadora del Concurso Nacional de Ficción de la Maryland Writers’ Association y cuarta finalista en el 2020 ScreenCraft Cinematic Novel Competition.
Su autora, Bárbara Mujica es novelista, cuentista y ensayista, además de profesora emérita de literatura española en la Universidad de Georgetown, en Washington, D.C. Su novela Frida (Mi hermana Frida) fue un bestseller internacional y se ha publicado en 18 idiomas. Otra obra de ficción, Sister Teresa (Hermana Teresa) se adaptó al teatro por el Actor’s Studio. Es autora de tres colecciones de cuentos, de numerosos libros y artículos académicos y colabora en distintos medios como The New York Times, The Washington Post y Américas. Ha recibido numerosos galardones, como el Concurso Internacional de Ficción E.L. Doctorow, el Premio Pangolin, el Premio Theodore Christian Hoepfner, el Premio Pionero de Diálogo sobre la Diversidad, y cinco premios de la Sociedad de Escritores de Maryland.
¿Cómo se le ocurrió la idea de este libro? Se ha especulado mucho sobre la identidad de la modelo que posó para la Venus ante el espejo.
Siempre me ha fascinado este cuadro. La Venus de Velázquez es tan misteriosa, tan sutil. Enseñé literatura barroca durante muchos años en la universidad, y me di cuenta de que la manera más eficaz de hacer que los estudiantes entendieran los conceptos principales del barroco era a través del arte. En el lienzo, como en otros suyos, el ojo engaña. No podemos confiar en los sentidos. Lo que pensamos que vemos—Venus mirándose la cara en el espejo—no es realmente lo que vemos. Empecé a preguntarme: ¿Qué otros secretos encierra? ¿Quién es la modelo? Hay muchas teorías. El cuadro se encontró registrado en un inventario del 1° de junio de 1651 de la colección de Gaspar Méndez de Haro, sobrino-nieto del primer mecenas de Velázquez, el conde-duque de Olivares. Muchos creen que Velázquez pintó su Venus en Italia. Incluso hay evidencia de una venta del cuadro en Italia, pero la trayectoria de esta pintura no está clara. Como novelista, decidí explorar las posibilidades. Una de las funciones de la bioficción es, precisamente, explorar los «rincones oscuros» de las vidas de los personajes, las posibilidades y no sólo los hechos. Incluso si Haro pagó por el cuadro, ¿en qué circunstancias fue pintado y cuál fue la relación entre Velázquez y su modelo? Ahí es donde el escritor o a escritora puede usar su imaginación.
Cuando empezó a escribir, ¿tenía ya claro el desarrollo de la trama y la identidad de la voz protagonista?
Sí, lo supe desde el principio. El pintor que se enamora de su modelo—una joven hermosa de piel radiante—es un cliché. Quería hacer algo diferente.
¿Fue más difícil documentarse sobre técnica pictórica o sobre intrigas históricas o palaciegas?
Hay muchos libros sobre la técnica pictórica de Velázquez: Velázquez, por Jonathan Brown; Velázquez: su tiempo, su vida, su obra, editado por Jorge Montoro; The Late Paintings of Velázquez, por Giles Knox—y varios otros. Sobre la formación del pintor y las intrigas de la corte, también hay unos buenos estudios—por ejemplo, los ensayos que se encuentran en The Cambridge Companion to Velázquez, editado por Susanne L. Stratton-Pruit. Y claro, los deliciosos estudios de José Deleito y Piñuela, El rey se divierte y La mala vida en la España de Felipe IV, que me dieron muchas ideas. Pero tal vez la mejor fuente son los retratos de la vida diaria que se ofrecen en las novelas y las obras de teatro de la época, que, aunque no sean totalmente realistas, reflejan los valores y actitudes de la gente.
Como norteamericana, ¿cuál es su visión de esa decadente corte española de Felipe IV?
¡Ja ja! En mi país estamos pasando por un período de decadencia horrible (la corrupción política, la desconfianza en las instituciones tradicionales, la inestabilidad política y económica; la desaparición de cualquier sentido de decencia o decoro). La corte de Felipe IV no tiene un monopolio en el mal comportamiento. Veo muchos paralelos con la España de Felipe VI.
¿Tiene en mente su próximo libro?
Mi último libro sobre Lola del Río. Nació en Durango, México y tuvo la suerte de llegar a Hollywood justo cuando Rodolfo Valentino estaba en la cima de su popularidad, y los estudios estaban buscando una Latin Lover femenina. Tuvo un éxito inmediato, pero las películas que hacía en Hollywood eran muy frívolas. Lo que realmente deseaba era hacer películas serias que abordaban los problemas sociales que enfrentaba México: injusticia económica, racismo, violencia contra las mujeres, un sistema educativo deficiente. Tuvo la oportunidad de realizar su sueño cuando, en los años antes de la Segunda Guerra Mundial, el público norteamericano se volvió muy xenofóbo y los actores extranjeros no podían encontrar trabajo. Lola volvió a México, donde, con la ayuda de Frida Kahlo, se puso en contacto con una nueva generación de directores. Se convirtió en una figura clave de la Edad de Oro del Cine mexicano y protagonizó algunas de las mejores películas de la época, por ejemplo, María Candelaria, la primera película mexicana en participar en el Festival Internacional de Cine de Cannes. Ganó el Gran Premio en 1946—la primera película latinoamericana en hacerlo. Hacia el final de su carrera, Lola estableció el primer sistema de centros infantiles de México. Se negó a llamarlos guarderías porque lo que quería era educar a los niños, decía, no solo «guardarlos»; quería que las trabajadoras en la industria del cine (costureras, cocineras, carpinteras, etc.) tuvieran un lugar decente donde podían dejar a sus pequeños mientras trabajaban.
El libro ha tenido mucho éxito. El Washington Post lo nombró una de las cinco mejores novelas históricas recientes y Library Journal lo nombró uno de los mejores libros de 2022. Obtuvo el segundo lugar en el ScreenCraft Cinematic Novel Competition entre miles de presentaciones, y era el libro del mes del Target Stores Book Club. La versión en audio (en inglés) fue un Apple Must-Listen. Todo esto me ha dado mucho placer porque Lola es prácticamente una desconocida para los jóvenes de hoy. Sin embargo, fue una pionera—una mujer inteligente, activa y compasiva, no sólo una cara bonita.
¿Qué libro o libros le habría gustado escribir?
¡Hay tantos! En el campo académico, me hubiera gustado (y todavía me gustaría) escribir sobre las mujeres mayores en el siglo de oro. En el campo de la ficción, me gustaría escribir sobre María Luisa Bombal y otra sobre Gabriela Mistral.
¿Qué lee usted en su tiempo libre?
Leo muchas novelas biográficas. Por ejemplo, este verano he leído Finding Dorothy, por Elizabeth Letts, una novela basada en la vida de L. Frank Baum, autor de The Wizard of Oz; y Josephine Baker’s Last Dance, por Sherry Jones. También leí la biografía de Leonard Bernstein por su hija, Jamie Bernstein, y he vuelto a leer El general en su laberinto, por Gabriel García Márquez. También estoy leyendo 1913: Der Sommer des Jahrhunderts, por Florian Illies, pero de a poco. No puedo leer tan rápido en alemán. ¡Necesito un diccionario!
YO SOY VENUS
Barbara Mújica
Almuzara, traducción de Yoel Castillo Botello, 320 pp., 17,95 €