Eloy Tizón (Madrid, 1964) es autor de tres libros de cuentos: Técnicas de iluminación (2013), Parpadeos (2006) y Velocidad de los jardines (1992 y 2017); de tres novelas: La voz cantante (2004), Labia (2001) y Seda salvaje (1995); y del ensayo literario Herido leve. Treinta años de memoria lectora (2019).
Ha sido incluido entre los mejores narradores europeos en la antología Best European Fiction 2013, prologada por John Banville. Sus obras forman parte de numerosas antologías y han sido traducidas a diversos idiomas. Colaborador asiduo en medios de comunicación desde joven, durante cuatro años mantuvo en El Cultural la columna Vértigos. Ha impartido talleres de narrativa breve y ha dirigido el I Festival del cuento literario en España, TorrijosCuenta, en Torrijos (Toledo).
Ahora presenta Plegarias para pirómanos, nueve cuentos entrelazados por los destellos breves, por las ausencias perennes, por el afán cotidiano, por la búsqueda creativa, por la evidencia de la vida misma de unos personajes que esperan, de una posible memoria y biografía propias y reconocibles en una escritura que es súplica e incendio, en una literatura que nos quema.
1. ¿Cuándo empezó a escribir?
Durante la adolescencia. Con dieciséis o diecisiete años. Mis primeros balbuceos eran poco más que desahogos anímicos, sin pretensiones literarias, pero con algún eco remoto de autores que había leído y me habían impresionado entonces, y a los que trataba torpemente de emular: los poetas del 27 y mis primeros narradores latinoamericanos como Márquez o Cortázar. Poco a poco, con mucha constancia y esfuerzo, fui haciendo pequeños progresos. Era mi secreto, que no compartía con nadie. Lo que me fascinaba –y todavía lo hace– es el nivel de intimidad que uno puede alcanzar con el lenguaje. Eso no se parece a nada.
2. ¿Cuándo y cómo escribe?
Todas las mañanas. Dedico al menos un par de horas (a veces más, a veces menos) al trabajo con la escritura. No siempre produzco: también releo, corrijo, repaso textos en curso… El caso es sostener vivo el vínculo. Lo que para mí es importante es mantener esa llamita encendida, que no se apague del todo, porque cuando esto sucede retomar el hilo supone una tortura. Prefiero un estado creativo constante de baja intensidad a la nada. De esos apuntes en apariencia inconsistentes terminan brotando los libros.
3. ¿A mano o a máquina? (la escritura, no el lavado).
Al principio lo escribía todo a mano. Luego lo transcribía en la máquina de escribir o al ordenador, cuando lo tuve. Hace años que escribo directamente en el ordenador, salvo algún apunte esporádico que tomo en libretas. Y ni siquiera eso: cuando voy por la calle y se me ocurre algo, lo tecleo en el bloc de notas del móvil. Es una pena. Añoro mi antigua caligrafía.
4. ¿Tiene alguna manía o hábito ante el momento de la escritura?
Lo básico es disponer de tiempo por delante y de silencio. Esas son las dos condiciones indispensables. Las obligaciones urgentes y el taladro del vecino matan la escritura.
5. ¿A quién pediría consejo literario?
Ya lo hago. A mi círculo cercano de personas con criterio: a mi editor, Juan Casamayor; a mi hermano de tinta Andrés Neuman; a mi hermana Rocío, que también es escritora; y a Vanessa, mi pareja.
6. Si pudiera reencarnarse en algún escritor/es, ¿a quién elegiría?
Nunca me lo había planteado; pero mira, ya puestos a imaginar, tal vez no estaría mal vivir por unas horas o unos días la experiencia de pertenecer al grupo de Bloomsbury: eran ricos, no necesitaban ganarse la vida como chupatintas; eran modernos, cultos, snobs, viajaban por placer, se gastaban bromas entre ellos; vivían en hermosas villas con jardines, cultivaron la belleza y la amistad y un poco de chismorreo, y tan solo una acabó arrojándose a las aguas del río Ouse con los bolsillos llenos de piedras. Salvo ese final terrible, el resto es claramente positivo.
PLEGARIAS PARA PIRÓMANOS
Eloy Tizón
Páginas de Espuma, 345 pp.,18 €