El escritor venezolano radicado en España publica una novela en la que se mete en la piel de tres niños que se extravían en el territorio de la descolocación.
¿Por qué Los expulsados?
Los expulsados tiene que ver con la forma brusca como otros le ponen punto final a la infancia. De la infancia no nos invitan a salir, de la infancia nos echan. De la infancia salimos expulsados. De eso trata la novela, tema contado a través de tres niños que salen de un pueblo; no se sabe con exactitud si es una fuga o una expulsión.
¿Por qué crees que de la infancia nos expulsan?
Es la forma cómo está diseñado el sistema social. Se lastima el inicio y se enferma el resto del trayecto. Decía el poeta mexicano José Emilio Pacheco que «a los diez años, creía que el mundo era de los adultos. Podían hacer el amor, fumar, beber a su antojo, ir a donde quisieran, pero, sobre todo, aplastarnos con su poder indomable. Ahora sé, por larga experiencia que, en realidad, no hay adultos, sólo niños envejecidos». Esa opinión de Pacheco explica mucho de lo que intento decir, se nos educa al revés, el engranaje social nos hace creer que salimos de la infancia para ser poderosos, cuando resulta que nos están hablando de un falso poder. El poder de la conquista, el de la bestia que necesita la sangre de sus semejantes. Esa noción de poder nos envilece, nos convierte en parte del problema. Ese empoderamiento yo no lo quiero, pues el mundo que tenemos no necesita de más poderosos, sino de individuos que establezcan relaciones sanas con los otros. El poder luminoso se encuentra en la niñez. Quizá si nos educaran para cuidar algo de esa esencia, la chispa se mantendría más sana a lo largo de la vida.
Al inicio de la novela escribe: «Una fuga podría ser la respuesta anticipada a una expulsión».
Cuento lo que podría ser una forma de fuga, la que se ejecuta antes de la expulsión. Hay muchas maneras de que te muestren la puerta de salida, bajo presión o a patatas. Ambas formas son terriblemente demoledoras.
La historia cuenta con tres niños protagonistas, Sara, Andreu y Marta. Sin embargo, hay un cuarto niño, Daniel, que aparece y desaparece. ¿Por qué?
Tu observación es importante. En Daniel quise crear un personaje mitad presente, mitad ausente. Podría ser el lector que observa y participa junto a los tres personajes que viven la historia.
Pero los personajes no son siempre niños.
No, en el sistema circular que encierra la novela, hay Estaciones (así se llaman los capítulos) en donde los amigos tienen más de cincuenta años. Es un contrapeso entre la memoria y el presente, a ver cómo logran salir de un territorio que no presenta salidas.
¿Cuál es el territorio de la descolocación?
Es la geografía de la confusión. Los personajes se han extraviado en un territorio en donde se confunden los tiempos y el espacio. Como si de un inquietante juego se tratara, hoy pueden estar en la primera Estación, mañana en la tercera y al día siguiente son devueltos al inicio del trayecto. Para eso está la Estación Escuela, para volver y aprender una y otra vez hasta que la vejez los atrape.
¿Quién es el regidor?
El regidor está por encima de todos los empleados del territorio de la descolocación; él da las órdenes, aunque nadie lo conoce.
Los empleados del poder son un guardián de los espacios, un profesor, un DJ y un camarero. ¿Quiénes son?
Estos cuatro empleados se comportan como si fueran la misma persona, cada uno cumple distintas funciones, pero dentro de un mismo esquema establecido. A su mamera, y en la respectiva Estación que controlan, cada uno se cree el jefe. Esa creencia le da poder sobre los niños que se han perdido. Aunque los niños no son los únicos «transeúntes» de ese lugar, también están los grupos de ancianos que vagan sin memoria y sin voluntad.
El DJ pincha la música de David Bowie. ¿Los personajes sienten pasión por su música?
Los personajes de Los expulsados sienten pasión por la música de Bowie, yo siento pasión por la música de Bowie, creo que casi todos sentimos pasión por la música de David Bowie.
¿Por qué el salto es una constante en tu literatura?
El salto, a falta de vuelo, es quizá la forma de libertad más cercana que tenemos para romper filas en cualquier circunstancia de dominio. Todo aquel que salte en medio de una situación que pareciera cerrada, romperá el molde a favor de una salida. Saltemos, a cualquier edad, saltemos; saltar siempre nos conectará con el niño salvaje que no había sido conquistado.
Daniel Arévalo
Los expulsados
Edgar Borges
Berenice, 200 pp., 17 €