Duelo, Eduardo Halfon, Libros del Asteroide, 13,95 €.
«Usted no escribirá nada sobre esto, me preguntó o me ordenó mi papá, su índice elevado, su tono a medio camino entre súplica y mandamiento. Pensé en responderle que un escritor nunca sabe de qué escribirá, que un escritor no elige sus historias sino que éstas lo eligen a él, que un escritor no es más que una hoja seca en el soplo de su propia narrativa. Pero por suerte no dije nada. Usted no escribirá nada sobre esto, repitió mi papá, su tono ahora más fuerte, casi autoritario. Sentí el peso de sus palabras. Por supuesto que no, le dije, quizás sincero, o quizás ya sabiendo que ninguna historia es imperativa, ninguna historia necesaria, salvo aquellas que alguien nos prohíbe contar.»
Así inicia el guatemalteco Eduardo Halfon esta brevísima novela que constituye una pequeña joya de orfebrería. Orfebrería del lenguaje, la precisión, el color, la fuerza de las imágenes y los recuerdos.
El narrador, un joven judío guatelmateco, crecido en Estados Unidos, indaga en una muerte familiar, la del niño Salomón, que permanece entre brumas, esos secretos de los que solo se habla con cuchicheos. Es la suya una familia con orígenes libaneses y polacos, y lleva a cuestas las heridas del exilio y el Holocausto (deliciosa la curiosa historia del avión).
La prosa es destilada, poderosa, emotiva, sin adornos. Saltamos geográfica y cronológicamente de la mano del autor, sin perder el hilo ni un solo momento, y topamos con algún personaje más propio del realismo mágico ─y quién esto escribe da fe de la peculiaridad colorista de dios Maximón a orillas del lago Amatitlán.
Seguiremos muy de cerca la carrera de este autor, que ya ha sido reconocido como uno de los actuales narradores más importantes de las letras hispanas. Afortunadamente para los lectores, Libros del Asteroide lleva ya tres títulos incorporados a su catálogo de obras de Halfon; en el caso de Duelo, no decepcionará. Como señala la revista Lire, Halfon es «uno de esos escasísimos escritores que no necesitan escribir largo para decir mucho».
María Borràs